Algún día… 2019-07-10T10:08:02+01:00

ALGÚN DÍA…

Hace ya muchos, años, corría la década de 1990, vino a estudiar a Madrid, un niño de tal vez 8 ó 9 años. Venía desde Palma de Mallorca. Iba a estudiar programación con Visual Basic 6.0 en Microforum, un centro de formación oficial Microsoft que daba clases a informáticos profesionales. El niño se llamaba Joan. Iba a pasar el verano en un colegio mayor.

El que había organizado todo era su padre, Onofre. Su familia no era ni mucho menos millonaria. Para que Joan pudiera dedicar ese verano a aprender la familia tenía que hacer un gran esfuerzo en dinero que no tenían y en ilusión y ganas, que de eso si podían derrochar. El hijo, por su parte, ponía talento y sobre todo una desbordante pasión por aprender.

Eran otros tiempos. En aquella época la informática lejos de ser “amigable” aterrorizaba. El que sabía manejar Windows y Word era, poco más o menos, un gurú. En aquella época si te gustaba la tecnología eras un “friki”. Y si encima eras un niño de menos de 10 años te debía rodear la sorpresa y la incomprensión.

Y pasaron los años. Y aquella mezcla de talento, pasión, esfuerzo y sacrificio surtió efecto. El pequeño Joan sigue viviendo en Palma de Mallorca y  se convirtió en empresario de éxito en el mundo informático. No creo que, a pesar de la crisis terrible que estamos viviendo, esté preocupado por su puesto de trabajo. Tal vez  no todos sus compañeros de cole pueden decir ahora lo mismo.

Pero no creo que cuando viajó a Madrid para estudiar,  Joan y su padre pensaran en el futuro profesional del entonces pequeño Joan. Sencillamente, aquello era algo que ese niño deseaba. Tenía un talento y una pasión y su padre dejo que la siguiera y no permitió que el potencial de aquel niño se desperdiciara.

Me gustaría que algún día mis hijos dijeran lo mismo de mí.

Desgraciadamente, el caso del pequeño Joan, en aquella época, era una excepción. El “Bill Gates español” le llamaban. Joan era sin duda un niño increíble en la España de 1990.  Pero no creo que fuera realmente un niño único. Especial tal vez, pero no único. Sin duda, era un crío inteligente, de esos que tal vez sólo hay uno entre cientos. Pero aunque fuera uno entre mil, en España habría en aquel momento, si las matemáticas no me fallan,  decenas de millares. Decenas de millares niños con él mismo potencial que Joan pero que no  llegaron. ¿Qué pasó con todos esos “Bill Gates” en potencia? Sencillo. Ellos no tuvieron un padre como Onofre. Y ese potencial se perdió. Qué triste.

Pero para ello Onofre tuvo que ser un visionario, que venció obstáculos económicos, logísticos y de incomprensión para que su hijo siguiera su pasión. Sencillamente, ni Palma ni España estaban preparadas para unos adelantados a su tiempo como ellos.

Para los chavales ahora todo es más fácil. Antes estudiar programación era “friki”. Ahora, si un niño llega al colegio con una aplicación para móvil hecha por el mismo o cuenta que está programando con Java Mods para Minecraft se convierte en el rey del patio. Los chavales hablan de tecnología, disfrutan con la tecnología, se sienten atraídos por la tecnología. Programar “mola” (suponiendo que esa palabra siga en uso entre los jóvenes). Aprender programación da prestigio y estima entre sus compañeros. Los niños programadores ahora son las nuevas estrellas de rock.

Antes Joan tenía que aprender a programar con “software ladrillo”, estudiar con “libros ladrillo” y seguir “metodologías ladrillo” pensadas para programadores de adulto. Los niños hoy lo tiene muchíííííísimo más fácil. Hay programas amistosos, pensados para niños, que permiten que hasta los niños de cinco años, que aún no saben ni escribir, puedan hacer sus primeros programas (a mí me parece increíble, ¿a ti no?). Y si antes Joan pasó su verano en Madrid solo, ahora los niños están en una clase bulliciosa, llena de risas, rodeado de otros niños que comparten su pasión y que, como el, eligen pasar su tiempo libre, en verano, disfrutando de una actividad creativa.

Ahora las cosas están cambiando. Pero aún no del todo. Para los padres no es tan fácil como para los niños.

El padre de Joan tuvo que salvar obstáculos tremendos. Ahora es más sencillo, sin duda, pero no tanto como debiera. Si tú estás pensando en que tu hijo aprenda a programar habrás tenido que aguantar miradas de incomprensión por parte de adultos que, todavía, no entienden que el futuro de sus hijos pasa por la tecnología y que “tecnología” es algo más que saber manejar un móvil, como “mecánica” es algo más que saber conducir un coche. Son padres que piensan que sus hijos no son capaces porqué ellos, los adultos, son los que en realidad no pueden o no quieren y deciden por sus hijos cuando en realidad es a ellos a quienes no les interesa. Y aunque ahora hay más alternativas que en la época del pequeño Joan, aún sigue siendo difícil encontrar un buen lugar en el que tu hijo pueda aprender a programar.

Tal vez ahora no sea necesario ser un héroe para que tu hijo siga su pasión por la tecnología. Pero aún no es un camino fácil.

Algún día eso cambiará.

Mi madre me contaba que su padre, mi abuelo, era su héroe. Gracias a aquel hombre mi madre pudo estudiar en una España de preguerra en la que estudiar no era algo realmente imprescindible y menos todavía si eras mujer. Y luego la ayudó a seguir su pasión. Mi abuelo fue un visionario y para mi madre, un héroe. A pesar de las circunstancias adversas.

Hoy no hay que ser ni un visionario ni un héroe para que tus hijos sigan estudios. Incluso el inglés se está convirtiendo en algo accesible, a mano. En la alfabetización básica, nadamos a favor de corriente.

Algún día pasará lo mismo con la tecnología.

Veo un mundo en el que ningún padre, sin excepción, querrá renunciar a la ventaja de que sus hijos tengan formación en tecnología. Todos seremos como Onofre, pero si tener que recurrir al heroísmo. El acceso a la formación tecnológica avanzada será sencilla, barata y ubicua. Los niños de un pequeño pueblo de Palma de Mallorca podrán formarse igual que los niños de Madrid, Berlín o Nueva York. Ya no tendrán que viajar a una ciudad lejana. Y saber programar una aplicación en tu móvil ya no será motivo de prestigio entre tus compañeros, igual que hoy nadie presume de que sabe leer o sumar y restar. Es algo que se da por supuesto.

Y algún día nuestro mundo cambiará, para mejor.

En el siglo XX hubo un “Bill Gates español”. Algún día las aulas de nuestros colegios estarán llenas de miles, decenas de miles, de chicos con talento que habrán descubierto su pasión y habrán desarrollado su talento en vez de desaprovecharlo. Algún día tendremos miles de pequeños “Mark Zuckerberg españoles”.

Tal vez, con el apoyo de padres preocupados como nosotros, alguno de nuestros hijos pueda ser uno de ellos.

ALGÚN DÍA…

Hace ya muchos, años, corría la década de 1990, vino a estudiar a Madrid, un niño de tal vez 8 ó 9 años. Venía desde Palma de Mallorca. Iba a estudiar programación con Visual Basic 6.0 en Microforum, un centro de formación oficial Microsoft que daba clases a informáticos profesionales. El niño se llamaba Joan. Iba a pasar el verano en un colegio mayor.

El que había organizado todo era su padre, Onofre. Su familia no era ni mucho menos millonaria. Para que Joan pudiera dedicar ese verano a aprender la familia tenía que hacer un gran esfuerzo en dinero que no tenían y en ilusión y ganas, que de eso si podían derrochar. El hijo, por su parte, ponía talento y sobre todo una desbordante pasión por aprender.

Eran otros tiempos. En aquella época la informática lejos de ser “amigable” aterrorizaba. El que sabía manejar Windows y Word era, poco más o menos, un gurú. En aquella época si te gustaba la tecnología eras un “friki”. Y si encima eras un niño de menos de 10 años te debía rodear la sorpresa y la incomprensión.

Y pasaron los años. Y aquella mezcla de talento, pasión, esfuerzo y sacrificio surtió efecto. El pequeño Joan sigue viviendo en Palma de Mallorca y  se convirtió en empresario de éxito en el mundo informático. No creo que, a pesar de la crisis terrible que estamos viviendo, esté preocupado por su puesto de trabajo. Tal vez  no todos sus compañeros de cole pueden decir ahora lo mismo.

Pero no creo que cuando viajó a Madrid para estudiar,  Joan y su padre pensaran en el futuro profesional del entonces pequeño Joan. Sencillamente, aquello era algo que ese niño deseaba. Tenía un talento y una pasión y su padre dejo que la siguiera y no permitió que el potencial de aquel niño se desperdiciara.

Me gustaría que algún día mis hijos dijeran lo mismo de mí.

Desgraciadamente, el caso del pequeño Joan, en aquella época, era una excepción. El “Bill Gates español” le llamaban. Joan era sin duda un niño increíble en la España de 1990.  Pero no creo que fuera realmente un niño único. Especial tal vez, pero no único. Sin duda, era un crío inteligente, de esos que tal vez sólo hay uno entre cientos. Pero aunque fuera uno entre mil, en España habría en aquel momento, si las matemáticas no me fallan,  decenas de millares. Decenas de millares niños con él mismo potencial que Joan pero que no  llegaron. ¿Qué pasó con todos esos “Bill Gates” en potencia? Sencillo. Ellos no tuvieron un padre como Onofre. Y ese potencial se perdió. Qué triste.

Pero para ello Onofre tuvo que ser un visionario, que venció obstáculos económicos, logísticos y de incomprensión para que su hijo siguiera su pasión. Sencillamente, ni Palma ni España estaban preparadas para unos adelantados a su tiempo como ellos.

Para los chavales ahora todo es más fácil. Antes estudiar programación era “friki”. Ahora, si un niño llega al colegio con una aplicación para móvil hecha por el mismo o cuenta que está programando con Java Mods para Minecraft se convierte en el rey del patio. Los chavales hablan de tecnología, disfrutan con la tecnología, se sienten atraídos por la tecnología. Programar “mola” (suponiendo que esa palabra siga en uso entre los jóvenes). Aprender programación da prestigio y estima entre sus compañeros. Los niños programadores ahora son las nuevas estrellas de rock.

Antes Joan tenía que aprender a programar con “software ladrillo”, estudiar con “libros ladrillo” y seguir “metodologías ladrillo” pensadas para programadores de adulto. Los niños hoy lo tiene muchíííííísimo más fácil. Hay programas amistosos, pensados para niños, que permiten que hasta los niños de cinco años, que aún no saben ni escribir, puedan hacer sus primeros programas (a mí me parece increíble, ¿a ti no?). Y si antes Joan pasó su verano en Madrid solo, ahora los niños están en una clase bulliciosa, llena de risas, rodeado de otros niños que comparten su pasión y que, como el, eligen pasar su tiempo libre, en verano, disfrutando de una actividad creativa.

Ahora las cosas están cambiando. Pero aún no del todo. Para los padres no es tan fácil como para los niños.

El padre de Joan tuvo que salvar obstáculos tremendos. Ahora es más sencillo, sin duda, pero no tanto como debiera. Si tú estás pensando en que tu hijo aprenda a programar habrás tenido que aguantar miradas de incomprensión por parte de adultos que, todavía, no entienden que el futuro de sus hijos pasa por la tecnología y que “tecnología” es algo más que saber manejar un móvil, como “mecánica” es algo más que saber conducir un coche. Son padres que piensan que sus hijos no son capaces porqué ellos, los adultos, son los que en realidad no pueden o no quieren y deciden por sus hijos cuando en realidad es a ellos a quienes no les interesa. Y aunque ahora hay más alternativas que en la época del pequeño Joan, aún sigue siendo difícil encontrar un buen lugar en el que tu hijo pueda aprender a programar.

Tal vez ahora no sea necesario ser un héroe para que tu hijo siga su pasión por la tecnología. Pero aún no es un camino fácil.

Algún día eso cambiará.

Mi madre me contaba que su padre, mi abuelo, era su héroe. Gracias a aquel hombre mi madre pudo estudiar en una España de preguerra en la que estudiar no era algo realmente imprescindible y menos todavía si eras mujer. Y luego la ayudó a seguir su pasión. Mi abuelo fue un visionario y para mi madre, un héroe. A pesar de las circunstancias adversas.

Hoy no hay que ser ni un visionario ni un héroe para que tus hijos sigan estudios. Incluso el inglés se está convirtiendo en algo accesible, a mano. En la alfabetización básica, nadamos a favor de corriente.

Algún día pasará lo mismo con la tecnología.

Veo un mundo en el que ningún padre, sin excepción, querrá renunciar a la ventaja de que sus hijos tengan formación en tecnología. Todos seremos como Onofre, pero si tener que recurrir al heroísmo. El acceso a la formación tecnológica avanzada será sencilla, barata y ubicua. Los niños de un pequeño pueblo de Palma de Mallorca podrán formarse igual que los niños de Madrid, Berlín o Nueva York. Ya no tendrán que viajar a una ciudad lejana. Y saber programar una aplicación en tu móvil ya no será motivo de prestigio entre tus compañeros, igual que hoy nadie presume de que sabe leer o sumar y restar. Es algo que se da por supuesto.

Y algún día nuestro mundo cambiará, para mejor.

En el siglo XX hubo un “Bill Gates español”. Algún día las aulas de nuestros colegios estarán llenas de miles, decenas de miles, de chicos con talento que habrán descubierto su pasión y habrán desarrollado su talento en vez de desaprovecharlo. Algún día tendremos miles de pequeños “Mark Zuckerberg españoles”.

Tal vez, con el apoyo de padres preocupados como nosotros, alguno de nuestros hijos pueda ser uno de ellos.